En la superficie funcionan de
manera conjunta. Puertas adentro hay roces y egos. Mientras tanto, Sergio Massa
se consolida como líder de la oposición. El desafío de conducir un espacio con
grietas y sangrías constantes.
“No hubo fisuras, nadie se fue”,
respiran, aliviados, en la Legislatura bonaerense. La sangría de 2015 quedó
atrás y Sergio Massa se consolida como líder de la oposición. Las encuestas lo
dan como uno de los favoritos para las elecciones de medio término, y en el
Frente Renovador se paran erguidos, orgullosos de la construcción a futuro que,
si todo sale bien, podría catapultarlos a la Casa Rosada en tres años.
Quienes responden al tigrense se
muestran alineados, fieles a su líder. Pero puertas adentro la historia es
otra. Si bien coinciden en que la vida interna de los bloques massistas está
consolidada, emergen ciertos roces y resquemores entre diputados y senadores
más allá de las propias bancadas.
Por estos días, en la Cámara baja
se tironean por conducir el bloque. “Todos quieren ser el presidente”,
señalaron a La Tecla desde el espacio. Y todos no se puede. Esta batalla de
“egos” -según argumentan en el partido- lleva a conformar diferentes grupos
dentro del parlamento. Por encima están las tres cabezas del bloque: Jorge
Sarghini, Juan José Amondarain y Ramiro Gutiérrez, quien suena fuerte para ser
el próximo vicepresidente. Por otro lado juegan juntos Rubén Eslaiman, Sergio
Villordo y Víctor Monfasani. En tanto, Pablo Garate y Ricardo Lissalde hacen lo
suyo, por afuera; no dependen de nadie y suelen estar juntos.
Pero, más allá de estos pequeños
subgrupos dentro de la Cámara baja, las internas reflotan en las diferentes
secciones electorales de la Provincia, donde tanto diputados como senadores
tienen su pata territorial.
En la Tercera sección hay dos
vertientes: una que conduce el senador José Luis Pallares y otra que comanda el
concejal Nicolás Russo, quien intentó ser el conductor del distrito de Lanús y
ahora aspira por una banca en el Congreso nacional. Detrás de Pallares se
encolumna el sector más tradicional: el diputado provincial Carlos Acuña, el
senador Fernando Carballo y la legisladora nacional Mónica Litza. En cambio,
Russo conglomera, por ejemplo, a los concejales Ramiro Trezza y Walter
Queijeiro, recién llegados a la política.
En la Cuarta sección electoral,
la interna massista también comprende a intendentes. La irrupción del alcalde
de General Pinto en las filas del Frente Renovador trajo nuevas miradas de
reojo. Es que hasta ese entonces, el único jefe comunal massista de esa sección
era el de Chivilcoy, Guillermo Britos, que a la vez actuaba en tándem con su
hermano, el diputado Fabio Britos. El arribo de Alexis Guerrera generó controversia,
porque devalúa el peso político del que hasta entonces gozaban únicamente los
hermanos chivilcoyanos, que venían sacando varios cuerpos de ventaja para
futuros armados de listas en esa porción del territorio bonaerense.
Según pudo saberse, el encargo de
Massa a Guerrera fue específico: “Hay que sumar peronismo”. Con ese objetivo
particular también se vieron trastocados otros intereses: los del exintendente
juninense Mario Meoni, de la diputada provincial Valeria Arata y su par de
General Viamonte, Javier Mignaquy, ya que de los cuatro, el único que podría
aportarle esa facción peronista que encargó el tigrense es Guerrera.
Cabe destacar que el meonismo
enfrenta también una interna “clásica” con otra correligionaria y coterránea:
la senadora provincial Malena Baro. No es nueva, pero sí demasiado dura. A
fines del 2015, tras perder la intendencia local, la senadora decidió alejarse
del meonismo, pero no del Frente Renovador, lo que le generó dos enemigos: el
propio Mario Meoni y la diputada Valeria Arata. Días atrás La Tecla pudo saber
que Sergio Massa barajaba el nombre de la legisladora Baro para ocupar la silla
vacante que hay en el Tribunal de Cuentas. Su bue-na dicción y experiencia con
los números la convirtieron en la candidata casi segura para el organismo de
control. Sin embargo, el cortocircuito con el exalcalde de Junín habría
truncado esta posibilidad, abriéndoles la puerta al dirigente platense Matías
de Urraza y a Arata.
Bien al noroeste, para no pisarse
los callos, quienes dividieron territorio fueron el diputado nacional de
General Villegas, Gilberto Alegre, y el senador por Trenque Lauquen, Hernán
Albisu. Este último opera palanqueando al massismo de Rivadavia, que en las
últimas elecciones estuvo muy cerca de sacarle el municipio al builismo. En
cambio, a Alegre le costó hacer pata ancha en el ámbito local y no pudo hacer
pesar su imagen más allá de su distrito, que además perdió en las últimas
elecciones.
En la Quinta sección, la llegada
de un nuevo senador al massismo generó ciertos resquemores. Se trata de Juan
Curuchet, exsciolista y medallista olímpico, quien ahonda en cuestiones
deportivas, mientras sus pares se enfocan en temas de fondo, como la seguridad,
la educación y la salud. El desembarco no fue bien visto en tierras costeras,
donde el senador Gabriel Pampín ya tiene su territorio bien armado y más
anclado al peronismo. Si bien se mantiene cerca suyo, el excandidato a
intendente Lucas Fiorini juega por separado. El actual edil fue llevado al
espacio por Joaquín de la Torre y se quedó en el massismo tras el pase del
ministro a Cambiemos. Pampín también mantiene una fuerte disputa con el
diputado Javier Faroni.
En la Sexta sección, por caso, el
diputado Pablo Garate busca abrirse camino como conductor distrital del
massismo. “Camina mucho mientras otros duermen la siesta”, señalaron a este
medio desde su entorno. Pero la actitud de Garate no convence -según dicen- por
su personalidad chocante, que “muchas veces peca de soberbia”, argumentan
algunos pares. El séquito de Gustavo Bevilacqua (ex intendente de Bahía Blanca)
pica en punta y le disputa el territorio.
Internas hay en todos lados, y el
massismo no es la excepción; tiene varias y, en muchos casos, difíciles de
cerrar. Si bien el partido se muestra consolidado, los antecedentes encienden
la alerta a medida que se acerca la hora de la verdad.